Una joya del pensamiento occidental, por la que ineludiblemente, lector indeciso, debes caminar.
En este volumen, el autor de El contrato social, el escritor y pedagogo, filósofo y músico, botánico y naturalista, el polímata, en definitiva, transita con poderosa lucidez, hermosa prosa, rotundidad y pensamiento crítico, todos los campos del conocimiento, ya sean artísticos, científicos, o íntimos y personales.
El pensamiento crítico sobre nuestro entorno, sobre el ser humano, sobre la creatividad, la ciencia; la reflexión sobre nuestra existencia, sobre el sentido de estar vivo, sobre nuestros semejantes y el desarrollo de nuestra civilización, va desapareciendo paulatinamente, y en su lugar se han alzado axiomas y falsas certezas, generadas por un nuevo dios tecnológico y por una insaciable sociedad de consumo. El estruendoso fracaso de nuestra civilización no se asienta en los decadentes parámetros actuales, sino en décadas de ingeniería social en los que el conocimiento ha sido sustituido por el hedonismo, la ignorancia y la vanidad estética. Por lo tanto, es urgente que la sociedad retome el aliento y encuentre ese luminoso sendero que conduzca a un mundo más amplio, humano y abarcador.
Un báculo para recorrer esa senda, un impulso, se halla en este magistral e imprescindible libro de Jean Jacques Rousseau.
Jean-Jacques Rousseau nació en Ginebra en junio de 1712. Fue educado por sus tíos, tras la temprana muerte de su madre, a los nueve días de su nacimiento. A los 16 años abandonó su ciudad natal y comenzó un vagabundeo que le dejó al borde de una vida marginal, hasta que se estableció en Annecy, en la Alta Saboya francesa, donde fue tutelado por Madame de Warens, una dama católica ilustrada que le financió su discontinua educación. Forjó en aquella época un carácter de paseante solitario, amante de la Naturaleza, pero con marcada tendencia al descontento.
A su vuelta a París, en 1745, tiene cinco hijos con Thérése Levasseur, una modista analfabeta, a los que abandona nada más nacer en distintos hospicios. Conoce entonces a D'Alembert, y retoma contacto con Diderot. Es en esta etapa de su vida cuando escribe sus obras más célebres: El contrato social y el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres.
Alejado de los enciclopedistas, Rousseau genera una obra única, que transita entre la moral y la filosofía política, siendo especialmente relevantes algunos escritos autobiográficos como Las confesiones.
Mientras redactaba Ensoñaciones de un paseante solitario, libro inconcluso, fallece de un paro cardíaco en 1778, cuando contaba 66 años. Sus restos descansan en el Panteón de París, muy cerca de la tumba de Voltaire.
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