Entre crónica, memoria y ensayo, o más bien en el cruce de todos estos géneros con momentos incluso en que el estilo roza la ficción (véase el capítulo sobre su corresponsalía de prensa en Vietnam), Recuerdos no siempre cuerdos da cuenta de nuestra vida en los más de cuarenta años que median entre la caída de la dictadura de Ibáñez y el inicio de la de Pinochet.
El propósito de este libro se manifiesta desde las primeras líneas: hacer un aporte —entre muchos posibles— a aquello que Unamuno llamó intrahistoria, es decir, el vivir humano de los seres humanos. Para la concreción de esto importan tanto los hechos como las interpretaciones que dieron forma a esos hechos, y el mejor vehículo para ello es la narración de experiencias individuales en cuanto reflejan un yo colectivo.
De este modo, Recuerdos no siempre cuerdos recorre estas cuatro décadas haciendo sentir «el peso / del instante que no pesa» (Octavio Paz) para entrar por el lado y como en sordina a nuestros conflictos más permanentes. Su autor se sirve del cruce de tiempo para desdoblarse en personaje-materia de la narración y en narrador, para lograr la progresión expositiva y narrativa. Paradigmática en este sentido es la narración de los últimos momentos de 1973.
Así, un niño provinciano de diez o doce años que se siente exiliado en Santiago —ciudad que vive desde ese otro Chile contituido por las familias que vivían en pensiones y malvivían con préstamos de la Caja de Empleados Particulares—, nos habla de la guerra civil española desde la intrahistoria, desde el impacto familiar por el fusilamiento de un primo que combate por la Quinta Columna («la historia entra en la familia», nos dice), pero rápidamente cambia la voz y el periodista y escritor comienza a hablarnos del Winnipeg y se detiene en el placentero recuerdo de uno de los más bellos aportes de esos refugiados: la editorial Cruz del Sur.
Por la amenidad y precisión que caractetizan la prosa de Guillermo Blanco, por el modo en que aborda nuestras experiencias nacionales e indivualuales, desde distintos lugares, con distintos tonos y a través de variados resursos literarios, Recuerdos no siempre cuerdos es un libro que persuade y atrapa desde el primer párrafo. Se puede no compartir las ideas y visiones del autor, y él lo sabe, y por eso las entrega a conciencia con un solo propósito: testimoniar qué pensaron él y otros sobre hechos que ya son historia, y en los que de alguna manera le tocó ser testigo o, a veces, actor.
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