Rebelión en el desierto se convirtió de inmediato en un bestseller. No es de extrañar, pues combina la pasión por el descubrimiento de una cultura y un pueblo que lucha por su libertad con la brillante descripción de ataques relampagueantes, recorridos imposibles a través del desierto, atrevidos actos de sabotaje y victorias inverosímiles.
Muchos años más tarde, David Lean tomaría el libro como base para su conocida película Lawrence de Arabia. Rebelión en el desierto nació como un resumen de contenido fundamentalmente político y reflexivo hecho sobre Los siete pilares de la sabiduría. Lawrence aseguraba a sus amigos militares, varios de los cuales habían compartido con él andanzas por el desierto, que se proponía solo la eliminación de aquellos fragmentos de la novela en los que fuera más perceptible su borrachera de literatura. Pero lo cierto es que al final, acaso venturosamente, el resumen se le fue de las manos e incluyó –aparte de suprimir, en efecto, cuanto lastraba pesadamente la información que pretendía ofrecer en la novela– observaciones de una profundidad tan severa y poco autocomplaciente, y de una inteligencia tan sutil como aguda y hasta lacerante, que hoy, a la vista del devenir histórico de esa parte del mundo, Palestina, o si se prefiere, las actuales Siria y Jordania, y el Estado de Israel, cobran una importancia suprema.
Rebelión en el desierto es, pues, una novela de aventura real, donde veremos a Lawrence comandando columnas de árabes, atacando las vías férreas de los turcos, enfrentándose a las ametralladoras y a la aviación de los alemanes que sostenían militarmente la presencia turca en Palestina.
En aquel marco de la Primera Guerra Mundial, combatió por lo que le pedía el Alto Mando británico y por su afán denodado de ayudar a la construcción de una nación árabe que se opusiera al imperialismo turco, a pesar incluso de muchas tribus árabes, y además tuvo tiempo de pensar en el futuro, en las consecuencias de la propia política británica de aquel tiempo.
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