Una historia de amor y de melancolía de la vejez entre Emil Cioran y Friedgard Thoma.
«Antes de conocerle y de entablar una relación con él que se convirtió pronto en un amour fou y después en una amistad íntima (lo que para él significaba «complicidad»), recelé, entusiasmada, de sus aforismos.
Él mismo invita a ello, cuando afirma (¿de sí mismo?): «Recela de aquellos que dan la espalda al amor, a la ambición, a la sociedad. Se vengarán por haber renunciado a ello. La historia de las ideas es la historia de los rencores del solitario». Pues, aunque ha evitado concebir ideas (o precisamente por ello) en el sentido de un sistema, sembraría, en lo fundamental, con sus "ideas" mal ensambladas, hostilidad contra la sociedad y contra todo lo que ella valora y aprecia. Esto tenía que gustarme de inmediato».
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