El colorido y la plasticidad de las descripciones, la reproducción prolija y cuidadosa del trasfondo de la época y la asombrosa legibilidad son tres de los rasgos que distinguen este libro de un narrador tan sabio como sereno. MARCEL REICH-RANICKI
En 1902 Rainer Maria Rilke llegaba a París para conocer a Auguste Rodin, de quien acabaría siendo secretario durante un año. El disgusto y el sentimiento de desubicación que le produjo la ciudad le inspiraron un proyecto de novela que en principio iba a titularse Diario de mi otro yo. Pero ese «otro yo» al que veremos pobre, atemorizado, sin familia ni amigos, deambulando por un París ruidoso y masificado, lleno de enfermos y mendigos que parece que le acosan, acabó convirtiéndose en el sujeto de un libro con un sentido de la composición inédito en su día pero que hoy −más de un siglo después− relacionaríamos con los llamados «géneros fronterizos». Los apuntes de Malte Laurids Brigge (1910) ha llegado a considerarse, según el poeta Hans Egon Holthusen, «una de las obras más rupturistas de la literatura moderna».
Rainer Maria Rilke nació en Praga en 1875. En 1894 publicó su primer libro de poesías, Vida y canciones. El libro de las imágenes (1902) y El libro de las horas (1905) lo consolidaron como poeta. Entre 1903 y 1908 mantuvo correspondencia con un joven poeta, que luego se agruparía en las célebres Cartas a un joven poeta, publicadas póstumamente en 1929. En prosa, escribió la novela autobiográfica Los apuntes de Malte Lauris Briggs (1910) y una serie de relatos como A lo largo de la vida (1898, Relatos de Praga (1894), Historias del buen Dios (1900) y los reunidos en Los últimos y otros relatos (1893-1902). Rilke, enfermo de leucemia, murió en 1926 en Valmont, un sanatorio suizo.
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