Stoker es un claro ejemplo del autor absolutamente ensombrecido por su propio personaje. Se debe al gran impacto de Drácula (1897) y a su infinidad de versiones, que posea un perfil mejor delimitado el siniestro conde transilvano que el aplicado escritor dublinés. La Joya de las Siete Estrellas es una novela de terror más sugerente que truculenta.
En un ambiente claustrofóbico, donde solo se respira muerte, el abogado Malcolm Ross vivirá una mórbida historia de amor con la hija del egiptólogo Trelawny. Momias, resurrecciones, reencarnaciones y un par de gatos serán otros tantos elementos de un relato tan atípico como inquietante. La Joya de las Siete Estrellas fue adaptada al cine en dos ocasiones: De la primera resultó una clásica producción inglesa, titulada Sangre en la tumba de la momia (1972). El Despertar (1980), protagonizada por Charlton Heston, fue la segunda versión. El arte de Stoker fascinó al propio Oscar Wilde y, aunque el peso de Drácula ensombreciera el resto de su producción fantástica, La Joya de las Siete Estrellas cuenta con un nutrido grupo de seguidores.
Bram Stoker, nacido en 1847, estudió en el Trinity College y sintió tempranamente afición por el periodismo. Sus labores en este terreno las alteró con un gris puesto de funcionario, hasta que conoció al comediante Henry Irving. Abandonando sus obligaciones administrativas, Stoker se convertió en representante del actor y se dedicó seriamente a la literatura. Fascinado por el ocultismo ingresó, al igual que Yeats, Stevenson o Conan Doyle, en la sociedad secreta Golden Dawn in the Outer. Aparte de otros cuentos y novelas de tema fantástico –como la presente o La Madriguera del Gusano Blanco– Stoker firmó ensayos, la primera adaptación teatral de su Drácula y textos de inspiración romántica como Miss Betty.
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