Entre finales de los años cincuenta y principios de los sesenta Nueva York desplazó a París y Londres como capital cultural del mundo: cines, museos, librerías, salas de exposición, teatros... Todo convergía en la fabulosa isla de Manhattan. Y la poesía no iba ser menos. Presentamos una extensa antología de poemas refractarios a la solemnidad y la trascendencia, entregados a la innovación formal, la elegancia y el humor. Porque en palabras de Ashbery: «No quedaba nada por decir, pero teníamos que decirlo de alguna manera».
Frank O’Hara, John Ashbery, Kenneth Koch, Barbara Guest y James Schuyler constituyeron una escuela de poesía abierta, sin dogmas ni manifiestos, basada en la afinidad de caracteres, y en un gusto por el juego, la sorpresa, la imaginación sin cortapisas y una infatigable inventiva. Se puede decir que después de los paseos de Frank O’Hara por Nueva York, los elusivos paisajes mentales de John Ashbery, la socarronería de Koch, la elegancia quebrada de Barbara Guest y las alucionaciones de Shuyler... la poesía no ha vuelto a ser la misma.
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