Filip, un pintor en plena crisis creativa que después de la Gran Guerra regresa a su país tras largos años de ausencia, llega a la estación de Kaptol en Zagreb y emprende viaje hacia el norte de Croacia. Allí, en la llanura de Panonia, vive su madre. En ese ambiente marcado por la decadencia de las tradiciones habsburguesas, por el encuentro y el desencuentro entre los distintos pueblos del área danubiana y por los olores y los colores del mundo rural, Filip se abandona al flujo violento e impredecible de la memoria. Sumido en el hastío pueblerino, que agudiza su desarraigo, y atormentado por no saber quién es realmente su padre, inicia una relación con una mujer del lugar. El retorno de Filip Latinovicz, que data de 1932, es el singular retrato de un artista atribulado y el extraordinario fresco de la disolución de un imperio.
Miroslav Krlea (Zagreb, 1893-1981), figura central de la vida cultural croata, que ha sido comparado por la crítica con los grandes nombres de la literatura europea, fundador de numerosas revistas literarias y políticas, es autor de una extensa obra que incluye poesía, teatro, textos críticos, cuentos y novelas. Autodidacta y políglota, de joven cursó estudios en la Academia militar de Budapest. Durante la Primera Guerra Mundial fue obligado a servir en las filas austrohúngaras, pero en 1916 regresó a Zagreb por motivos de salud. Fue miembro del partido comunista desde 1918 hasta 1939, cuando lo acusaron de trotskismo. Antimilitarista, enemigo de los dogmas y defensor de la libertad artística, se opuso a la ideología unitaria de la Gran Serbia, a la monarquía yugoslava y al régimen colaboracionista croata Ustachá. Después de que Stalin, en 1948, excluyera a Yugoslavia de la Kominform, lo nombraron vicepresidente de la Academia de Ciencias y Artes y a partir de 1951 dirigió el Instituto Lexicográfico y coordinó la edición de la Enciclopedia yugoslava. Se distanció del partido comunista en 1967. Siguió escribiendo hasta su muerte.
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