La historiografía es una de las cosas que siempre ha funcionado bien en México. Esta condición ameritaba un tratamiento particular, más allá de los esfuerzos aislados que se han hecho por distinguirla y consignarla. Y discutirla también: el modo vertiginoso y sorprendente en que se mueve el pasado mexicano ante las últimas generaciones de historiadores, no podía sustraerse a lo que Enrique Florescano ha llamado «el poder y la lucha por el poder en la historiografía mexicana».
El nuevo pasado mexicano resume y analiza las polémicas y distintas interpretaciones que la más reciente generación de historiadores ha prodigado sobre el México antiguo, el virreinato y el siglo XIX, y le dedica un largo ensayo a las diversas y contradictorias revisiones que hoy discuten el carácter, el significado y los resultados de la Revolución mexicana y otros temas. La última parte del libro considera los factores que han enriquecido y modificado el análisis histórico de México y presenta un recuento crítico de las fallas, desistimientos e inconsistencias que perturban las tareas de enseñanza, investigación y difusión de la historia mexicana, de las virtudes de los historiadores y las obras que le dan su nueva cara al pasado mexicano.
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