Armando Méndez Carrasco perteneció un grupo de escritores que publicó sus obras desde mediados de los años cincuenta y hasta finales de la década del sesenta, entre los cuales se encuentran Luis Rivano, Luis Cornejo y Alfredo Gómez Morel. Muy poco reconocidos en su momento e ignorados por la crítica oficial y los estudios académicos, sus obras se diferencian del clásico realismo social porque exhiben una marginalidad no formada por obreros, campesinos, trabajadores, pobladores o mineros que sufren las carencias provocadas por las injusticias sociales y económicas. En estas literaturas la auténtica marginalidad se encuentra en un sector social todavía más excluido, en personajes definitivamente apartados de la legalidad y a los que el resto mira con temor y desprecio: delincuentes comunes, niños abandonados que viven en las calles o bajo los puentes y que se constituyen en verdaderas pandillas; prostitutas, proxenetas, vagos de los barrios bravos, estafadores, cantantes de mala muerte, bailarines de bares de extramuros, alcohólicos y drogadictos.
«El mundo herido, autoeditado en 1955, se lee rápido y recuerda tanto a Hijo de ladrón como al filme Valparaíso, mi amor. Es una novela de aprendizaje, algo típico en Méndez Carrasco. Un chico de los cerros se pierde entre la fauna del plan del puerto. El rollo de los libros de este autor es siempre el mismo: cómo escapo, cómo huyo, cómo me salvo».
Alberto Fuguet
«Al margen de la literatura consagrada y sin disputar un sitio entre los que se desplazan hacia los medios donde se alcanza el renombre, se halla Armando Méndez Carrasco, quien conmovió a muchos con su vigoroso libro El mundo herido. Es un escritor desaliñado, conocedor del lenguaje del pueblo y de la clase media, de gran sentido chileno y social, cuya obra no alcanza a escandalizar, pero contiene crudezas y enseñanzas de nuestra realidad».
Ricardo Latcham
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