Con El monje negro, Anton Chéjov, padre y figura cumbre de la narrativa breve contemporánea, alcanzó unas cotas de virtuosismo raramente igualadas. Un relato tan poético e imaginativo, tan fantástico, que el impacto que sentimos al leerlo difícilmente nos abandonará nunca.
Anton Chéjov nació en Taganrog, puerto principal del Mar de Azov, un 29 de enero de 1860. A los 24 años se hizo médico y en 1886 se entregó a la literatura. Entre estas dos grandes vocaciones discurrió su vida.
«La medicina es mi esposa legítima y la literatura mi amante. Cuando me aburro de una, paso la noche con la otra. Puede parecer escandaloso, pero no es monótono y, además, ninguna sufre por mi infidelidad».
Escribió más de doscientos cincuenta cuentos y novelas cortas, y fue un extraordinario dramaturgo. La gaviota (1896), El tío Vania (1898), El jardín de los cerezos (1904), y Tres hermanas son sus piezas teatrales más memorables.
Antón Chéjov murió prematuramente, a la edad de 44 años, en Badenweiler, Alemania, el 15 de julio de 1904, víctima de la tuberculosis que había contraído a la edad de 20 años. Se cuenta que cuando el doctor que le atendía quiso poner una bolsa de hielo sobre el pecho, exclamó: «No se pone hielo sobre un corazón vacío».
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