«No conozco a nadie que oyera crecer la hierba con tanta claridad». Albert Einstein
En este tercer cuaderno de Georg Christoph Lichtenberg, escrito entre los años 1776 a 1779, sigue cargando contra los defectos morales de la sociedad, además de alumbrar ideas con una absoluta libertad plástica y conceptual. Estas ideas servirán para el desarrollo de tesis filosóficas más elaboradas, cuya influencia pueden rastrearse en autores como Nietzsche, Wittgenstein, Schopenhauer o Canetti, entre otros.
Redescubierto por la escuela de la Patafísica, André Breton lo consideraba un maestro del humor. Lichtenberg volvió a la actualidad cuando se dieron las condiciones necesarias para la irrupción de una de las épocas más creativas de la historia: el comienzo del siglo XX. Él mismo lo había profetizado doscientos años antes: «…el verdadero lenguaje del visionario, que solo se entiende cuando se han dado las circunstancias que lo anuncian».
Por lo que respecta al lenguaje, escribió que «el estilo tiene que cincelar los pensamientos». De los alemanes dejó escrito que «conservan hasta el día de hoy la antigua aspereza de sus costumbres, que se plasma en su propio lenguaje; que, siendo el más conciso, es también el más tosco y menos elocuente de los que en la actualidad se usan». Límites del lenguaje que para Lichtenberg están asociados a la limitación de las ideas y del pensar: «El lenguaje de la impotencia indignada. Z».
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