Vittorini escribió esta obra -publicada en 1932 con el título de Viaje a Cerdeña, que luego cambió- tras recibir la invitación de la revista Italia Letteraria para visitar la isla con otros jóvenes escritores. La fascinación que Cerdeña ejerce en el autor se refleja en estas páginas de rara intensidad, donde el entusiasmo por el paisaje y su gente alienta también una visión crítica de la sociedad sarda, y deja aflorar una meditación acerca de cómo conciliar tradición y progreso en la búsqueda de la felicidad. Pocas veces, además, se ha logrado transmitir con tanto acierto cómo la temporalidad del viaje tiñe la mirada del viajero: la euforia del principio, las sucesivas posibilidades de una «maravillosa existencia», la inevitable melancolía en las últimas etapas... y de qué manera la «realidad del viaje» solo se deja poseer como una «vida inolvidable»: como una infancia.
Elio Vittorini (Siracusa 1908-Milán 1966), de padre ferroviario, pasó su infancia en diferentes localidades de Sicilia. En 1927 emigró a la Venecia Julia y en 1938 se instaló en Milán, donde los acontecimientos de la Guerra de España y el rechazo al fascismo le llevaron a afiliarse al partido comunista. En 1941 publica su obra más popular, Conversación en Sicilia, y se hace cargo de Americana, una antología de autores estadounidenses que marcó a los escritores de su generación. En 1951 abandona el PCI. Dirige luego «I Gettoni», colección que dio a conocer a los narradores más interesantes de la posguerra, y en 1959 funda con Italo Calvino la revista Il Menabò, de la que se ocupó hasta su muerte.
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