Manon Lescaut es la historia de una pasión. Una tórrida pasión que trasciende el espacio y el tiempo, que desdeña la respetabilidad, el honor y las leyes, tanto divinas como humanas. Sus protagonistas se debaten entre la felicidad, la traición y la muerte, y en sus almas no tienen cabida ni el remordimiento, ni la piedad, ni la culpa.
La intensidad narrativa de Manon Lescaut ha hecho de esta apasionante historia un clásico que, como todos los clásicos, está destinado a pervivir en el tiempo y en la memoria del lector.
Antoine Francois Prévost (1697-1763), más conocido por su título eclesiástico de Abate Prévost, era hijo de un procurador del rey de Francia en Hesdin. Estudió con los jesuitas de la Fléche y de Ruán, donde ingresó como novicio en la Orden antes de enrolarse en el ejército en 1711. Diez años después profesó como benedictino.
Tras abandonar sin autorización el monasterio, y apercibido por una cédula real, huye a Londres. De allí pasa a Holanda donde reside cuatro años. En 1733 se instala de nuevo en Londres donde se gana la vida gracias a la publicación del periódico Pour et Contre. En alusión a su vida azarosa y errática adoptó el nombre de Prévost «d'Exiles». Regresó definitivamente a Francia en 1736.
De espíritu inquieto y aventurero, todo ello se plasmó en sus obras, en total unas cincuenta novelas, entre las que destaca Memorias y aventuras de un hombre de calidad retirado del mundo (1728), ampliada posteriormente con la Historia del Caballero des Grieux y de Manon Lescaut, publicada en Ámsterdam en 1731, y posiblemente inspirada en una de las aventuras del autor. Pese a su condición sacerdotal, Prévost tenía un carácter libertino. Cuando se le nombró capellán del príncipe de Conti, primo del rey de Francia, Prévost al parecer le advirtió: «Yo nunca digo misa», a lo que el príncipe, fiel exponente del espíritu de la época, repuso: «No importa; yo nunca la escucho».
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