Novela inédita en español de De Quincey.
«Aquella serie de terroríficos acontecimientos que estremecieron a nuestra tranquila ciudad universitaria situada en el nordeste de Alemania, durante el año de 1816, posee en sí misma algo demasiado memorable para ser relegado al olvido sin su correspondiente crónica».
Así comienza El vengador, novela inédita en España del genial y heterodoxo Thomas de Quincey, cuyo espíritu transgresor queda reflejado en las siguientes irónicas palabras: «Si un hombre se deja tentar por un asesinato, poco después piensa que el robo no tiene importancia, y del robo pasa a la bebida y a no respetar los sábados, y de esto pasa a la negligencia de los modales y al abandono de sus deberes».
Versátil y prolífico en el ensayo, la crítica, la filosofía y la literatura, Thomas de Quincey vio truncados muchos de sus proyectos a causa de su adicción al opio, la pobreza, sus quebrantos de salud o, como él mismo admite, una desidia que le era propia. A pesar de esto, De Quincey es, quizás, uno de los mayores referentes del ensayo y la literatura inglesa por una obra sui generis que, a menudo, relata vivencias personales con un increíble análisis psicológico.
Thomas de Quincey (Manchester, 15 de agosto de 1785-Edimburgo, 8 de diciembre de 1859), hijo de un acomodado comerciante, recibió una esmerada educación, con una especial incidencia en las disciplinas clásicas (a los trece años escribía griego), a cargo de preceptores particulares. A los 17 años se escapó de casa y vivió en Gales y Londres. De regreso, estudió en el Worcester Collage de Oxford. De allí arranca su proverbial adicción al opio. Las necesidades económicas (había dilapidado su fortuna) y la numerosa prole a la que tenía que alimentar (tuvo ocho hijos) le obligaron a trabajar como periodista. La mejor biografía de Thomas de Quincey nos ha sido legada por el propio escritor en tres entregas: Confesiones de un inglés comedor de opio (1821), Suspiria de profundis (1845) y Apuntes autobiográficos (1853). Erudito, original, transgresor, imaginativo, laberíntico y crítico, no solo literario sino de la sociedad de su tiempo, constituye una referencia fundamental para la estética del Decadentismo.
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