¿Por qué a cien años la lectura de El diablo en el cuerpo sigue siendo tan fresca y excitante? ¿Por qué aún nos vemos involucrados con los personajes en una historia en apariencia tan común y de trama tan simple y en un contexto tan ajeno: el amor transgresor de dos adolescentes de la burguesía de provincia francesa durante la primera guerra mundial? ¿Por qué nos irritan sobremanera las habladurías de los vecinos del pueblo y las traiciones y cinismos de que está plagada la novela?
Fruto del contexto de época y precursora del neorrealismo y de las nuevas tendencias de la postguerra europea, El diablo en el cuerpo busca ser un modelo de escritura analítica y despojada, y alejarse de la tradición literaria decimonónica que ya no sirve para nombrar la nueva realidad creada tras la primera guerra mundial.
La historia de El diablo en el cuerpo, sutil y cautivante desde su título, es de extrema sencillez, y en parte en ella radica su actualidad, pero donde fundamentalmente se determina es en el modo en que nos muestra el desarrollo y la evolución psicológica de estos personajes y cómo presentimos el destino trágico que los acecha.
«Radiguet devolvía la juventud a las recetas viejas. Les quitaba pátina a los tópicos. Cuando ponía la mano sobre lo que fuera, era como si esa mano torpe devolviera al agua alguna concha. Era privilegio suyo, y era el único que podía aspirar a ello».
Jean Cocteau
«Novela de iniciación, novela de amor, novela trágica, novela psicológica y de inspiración autobiográfica, novela de sucesos y de escándalos, El diablo en el cuerpo es todo eso, y aún mucho más».
«Clemence Camon
«El diablo en el cuerpo fue un acontecimiento, el primer golpe cultural después de la guerra. Nos explotó como una bomba de cinismo, de frescor y de genialidad lanzada por el más precoz artillero de la sensibilidad».
André Fraigneau
«Radiguet pertenecía a esa escasa familia de velocistas que llegan, desparraman el mundo, y se van campantes».
Mauricio Wacquez
«Era enemigo de todo lo que se debe al romanticismo […]. Una novela era para Radiguet bastante más la historia abstracta de un sentimiento, que la reproducción de la naturaleza o que la pintura de los seres. Los personajes tienen aspecto real, viven, pero soólo a los sentimientos deben su soplo y su apariencia humana».
Jacques de Lacretelle
Traducción de Óscar Luis Molina Sierralta
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