En esta colección de relatos concebidos alrededor de 1934, Annemarie Schwarzenbach regresa a los paisajes orientales. Ambientadas en ciudades y excavaciones arqueológicas que la autora frecuentó, estas páginas, pese al exotismo de los escenarios, no presentan un mundo de ensueño, pues como ella misma afirma, «la época es demasiado dura para que uno se atreva a expresarse con ligereza». Europeos que han huido de su patria por motivos políticos o por el deseo de aventura, seres solitarios que en la distancia no pueden sino sentirse aún más extranjeros ante los acontecimientos que devastan el viejo continente, trabajadores enviados por el régimen de la Italia fascista, audaces viajeras que exploran territorios desconocidos: todos ellos personajes que recorren los textos y que conforman, con imágenes precisas, diálogos escuetos y un estilo inconfundible, «casi una novela», según la propia escritora.
Annemarie Schwarzenbach (Zúrich 1908-Sils, Engadina, 1942) vino al mundo en una familia muy conservadora de grandes empresarios suizos. Mantuvo durante toda su vida una relación atormentada con su madre, Renée Wille, hija de un comandante en jefe del ejército, que en muchos aspectos educó a Annemarie como si fuese un varón. En 1930 conoció a Erika y Klaus Mann, los hijos mayores de Thomas Mann, con los que entabló una amistad íntima y complicada. De 1931 a 1933 vivió en Berlín, donde comenzó a escribir relatos y novelas y a movilizarse contra el nazismo. Doctora en historia, arqueóloga y reportera, entre 1934 y 1941 emprendió innumerables viajes por Asia, África, Europa y Estados Unidos, la mayoría en automóvil con amigas fotógrafas o escritoras. Su agitada vida, marcada por la adicción a la morfina, los intentos de suicidio y la búsqueda desesperada de libertad acabó a los treinta y cuatro años tras un accidente de bicicleta. Muerte en Persia, el primero de sus libros traducido al castellano, Todos los caminos están abiertos y Ver a una mujer aparecieron en esta misma colección.
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