Rodrigo Árdano Pafrelas se levanta temprano la mañana del día en que ha decidido suicidarse. Por su mente, antes de quitarse la vida, desfilan los fantasmas de su infancia, sus contradicciones, sus miedos, sus obsesiones y su soledad inevitable.
No alberga ninguna duda sobre la resolución que ha tomado. Lo ha hecho sin precipitaciones, fríamente, con la lucidez que otorga la desesperanza. Pero la vida, siempre dispuesta a favorecer lo imprevisible, le tiene reservada una terrible sorpresa: la irrupción en sus planes del azar, del desorden, de lo inesperado. Porque nadie es capaz de controlar ni la propia vida ni el momento o la forma de vivir.
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