Versátil y prolífico en el ensayo, la crítica, la filosofía y la literatura, Thomas de Quincey vio truncados muchos de sus proyectos a causa de su adicción al opio, la pobreza, sus quebrantos de salud o, como él mismo admite, una desidia que le era propia. A pesar de esto, De Quincey es, quizás, uno de los mayores referentes del ensayo y la literatura inglesa por una obra sui generis que, a menudo, relata vivencias personales con un increíble análisis psicológico.
Sus Confesiones de un comedor de opio inglés lo catapultaron a la fama, irrumpiendo como pionero en la literatura inglesa romántica del siglo XVIII con una obra franca, honesta y personal, relacionada con su adicción. No obstante, De Quincey luchó toda su vida contra esta dependencia, aunque se valió, quizás por una decisión editorial, del mote comedor de opio para ganar notoriedad en el panorama intelectual de la época georgiana. La obra que aquí presentamos es una colección de ensayos y reflexiones que el autor escribió como notas breves a lo largo de varios años, bajo su peculiar pseudónimo, aunque ahora con una gran salvedad, quería presentarse como un excomedor, es decir, como un opiómano reformado, en uno de sus múltiples intentos infructuosos por dejar su adicción.
Thomas de Quincey (Manchester, 15 de agosto de 1785-Edimburgo, 8 de diciembre de 1859), hijo de un acomodado comerciante, recibió una esmerada educación, con una especial incidencia en las disciplinas clásicas (a los trece años escribía griego), a cargo de preceptores particulares. A los 17 años se escapó de casa y vivió en Gales y Londres. De regreso, estudió en el Worcester Collage de Oxford. De allí arranca su proverbial adicción al opio. Las necesidades económicas (había dilapidado su fortuna) y la numerosa prole a la que tenía que alimentar (tuvo ocho hijos) le obligaron a trabajar como periodista. La mejor biografía de Thomas de Quincey nos ha sido legada por el propio escritor en tres entregas: Confesiones de un inglés comedor de opio (1821), Suspiria de profundis (1845) y Apuntes autobiográficos (1853). Erudito, original, transgresor, imaginativo, laberíntico y crítico, no solo literario sino de la sociedad de su tiempo, constituye una referencia fundamental para la estética del Decadentismo.
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