Ambrose Bierce, en su Libro Diccionario del Diablo, define al gato como «autómata blando e indestructible que nos da la naturaleza para que lo pateemos cuando las cosas andan mal en el círculo doméstico».
Esta definición tan jocosa del gato encierra una cierta y penosa realidad. Durante siglos, este pequeño animal que pasa por nuestro lado sigilosamente, que se desliza sin ruido por cualquier rincón de nuestra casa y que ocupa el lugar de honor a nuestros pies o en nuestro regazo cuando él quiere y así lo decide, ha sido inconscientemente rechazado por una sociedad que solo admite animales –humanos o no– a los que poder domesticar.
El gato, por esa extraña mezcla de animal salvaje y doméstico, de animal libre y de esclavo servil y ronroneante, es un ser destinado a los amores más grandes y a los mayores odios. El bestiario Gatos, gatos, gatos reúne en una antología publicada por primera vez en lengua española la visión de más de 75 poetas españoles e hispanoamericanos de todos los tiempos en torno a este enigmático animal. La obra está deliciosamente ilustrada por diversos dibujantes y pintores contemporáneos.
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