Tras 105 años de su primera edición, Inquietudes sentimentales mantiene un intenso vigor.
¡Espejo! ¿Por qué me reflejas joven? ¿Por qué esa burla arlequinesca? Tú ves cómo desfilan por mis ojos mis vejeces y cansancios; ves cómo mi alma atormentada solo aspira a dormir soñando.
Espejo, tú eres mi hermano gemelo y conoces mejor que Dios mi vida.
Sabes qué claras purezas arrullaron mi juventud; sabes el entusiasmo de pájaro que tuve por todo lo bello; sabes mi trágica devoción a las leyendas de príncipes encantados… Sabes que una música melodiosa y un canto suave me hacían sollozar, y que una palabra de afecto me hacía esclava de otra alma, y sabes, también, que todo lo que soñé tuvo una realidad desgarradora.
He salido herida de la dura prueba, sangrando, porque he dejado tras de mí pedazos de mi ser.
Tú sabes, espejo irónico, que mi vida no es más que una larga agonía, con el raro cortejo de risas carnavalescas.
Acuérdate que el repiqueteo de campanillas, no solo anuncia fiestas; tras de él suele venir también el carro de los leprosos.
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