Un joven autor, León Padilla Martínez, conoce a su padre, Rodolfo Gemizo, al salir este de la cárcel, luego de cumplir una condena por parricidio. A este primer encuentro lo suceden otros ocurridos en la calle en forma enteramente casual. Pero ambos no dejan que se concreten ya que siguen de largo como si nada. En el juicio, el displicente profesor universitario de Filosofía, atribuye la frialdad de su actitud ante el crimen de su mujer a una «lectura vital» de El extranjero. Sin embargo, todo empezó mucho antes, en una mañana de 1970 en que Gemizo se cruza con Pablo Neruda en el vestíbulo del Hotel Crillón minutos antes de conocer a su esposa, madre de León. El hijo es adoptado por un hermano de ella, y con su familia se exilia en Hungría, país en el que aprende la lengua de un país que no le significa nada ya que es solo una imagen de la que le hablan. El día en que su padre sale de la cárcel siente un «intenso olor a mierda de caballo» en la calle.
Un puñado de los elementos de la trama con los que se construye esta novela da cuenta de un relato que va y viene, que se detiene y vuelve sobre algunos de sus tópicos, que van desde la historia colectiva a las vidas individuales, desde la política a la literatura. Novela de la huerfanía y el extravío, La Basura de Grecia es una obra en la que la reflexión –a la vez que su cuestionamiento— sobre el lenguaje y la literatura se escenifica a cada momento en la construcción de una lengua –entendiéndola como un lugar donde habitar— con la cual los personajes y el inquietante narrador omnisciente tratan de asirse.
Por una escritura en la que cada recurso expresivo está usado a plena conciencia y por ello se encuentra la máxima de Ezra Pound de que literatura –o poesía— es dotar al lenguaje de sentido hasta el máximo extremo posible, y por la agudeza de su visión crítica que nos trae de vuelta la frase «Me parece que no somos felices», esta primera obra de K. Ramone es una novela indispensable.
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