«El intelectual revolucionario, por la naturaleza transformadora de su pensamiento y por su acción sobre la realidad inmediata, encarna un peligro para todas las formas de vida que le rozan y que él trata de derogar y de sustituir por otras nuevas, más justas y perfectas. Se convierte en un peligro para las leyes, costumbres y relaciones sociales reinantes. Resulta así el blanco por excelencia de las persecuciones y represalias del espíritu conservador. "Es Anaxágoras, desterrado –dice Eastman–; Protágoras, perseguido; Sócrates, ejecutado; Jesús, crucificado". Y nosotros añadimos: es Marx, vilipendiado y expulsado; Lenin, abaleado. El espíritu de heroicidad y sacrificio personal del intelectual revolucionario, es, pues, esencial característica de su destino».
Ensayo fundamental e indispensable dentro de la obra del autor de Los heraldos negros y Trilce. Vallejo reflexiona, con lucidez y valentía, sobre el arte revolucionario, sobre los movimientos sociales y políticos en relación con la creación artística, sobre la existencia y sentido del artista revolucionario y sobre su finalidad y destino.
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