Zweig desarrolla en estas páginas una de sus más memorables ficciones, una novela indispensable que con un estilo contundente y hermoso nos introduce en los recovecos y los misteriosos resortes de la emoción amorosa.Una historia que contiene todos los ingredientes para convertirse en inolvidable para el lector; el azar como metáfora de la pasión vital, una estructura narrativa bella y elegante por la que gravitan unos personajes humanos fascinantes, y una solución argumental deslumbrante.Nos encontramos ante una de las piedras angulares de la literatura de entreguerras, ambientada en los años previos a la Primera Guerra Mundial, ante una nouvelle imperecedera, publicada primero en inglés y editada posteriormente en Leipzig, en 1926, que nos sumerge, como un torbellino, desde la primera a la última página, en los insondables abismos del alma humana.«Los libros solo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido».
Stefan Zweig nació en Viena en 1881, en el seno de una acomodada familia de origen judío. Obtuvo el doctorado en filosofía por la Universidad de Viena, estudios que compaginó con los de historia de la literatura. Su desahogada situación familiar le permitió viajar con mucha frecuencia, lo que originó en el hombre, y tuvo su reflejo en su escritura, una sincera empatía y tolerancia hacia la humanidad.
Stefan Zweig es, sin duda, uno de los escritores más originales de la época de entreguerras en Europa. Cultivó todos los géneros, desde sus tempranos libros de poesía, pasando por el ensayo, con títulos tan relevantes como El mundo de ayer o Momentos estelares de la humanidad, la biografía, como la de María Antonieta y Fouché, el genio tenebroso, o la novela, que le llevó, en la década de 1930, a ser considerado uno de los escritores más sublimes de Europa. Veinticuatro horas en la vida de una mujer, Carta de una desconocida, o Novela de ajedrez así lo acreditan.
El nazismo y la situación mundial sumieron a Zweig en el desencanto y la desesperación, que le llevó al suicidio, compartido con su segunda mujer, en Petrópolis, Brasil, en 1942. Se despidió del mundo con estas palabras: «Creo que es mejor finalizar en un buen momento y de pie una vida en la cual la labor intelectual significó el gozo más puro y la libertad personal el bien más preciado sobre la Tierra».
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