«Imagínese lo que sería despertar una mañana sabiendo que una arteria va a explotar en su cerebro. En cualquier momento. Loyola despertó un día con esa información: tenía un aneurisma cerebral».
«Aunque no sea posible imaginar siquiera cómo va a cambiar su vida a partir de ese hecho, podemos sospechar que se pondrá de cabeza. Convivir con la posibilidad de la muerte a cada minuto, y al mismo tiempo con el terror de intentar evitarla mediante una cirugía delicadísima es la experiencia que Loyola nos cuenta con poesía, esperanza y al mismo tiempo fascinación. Sí, porque estar ante el misterio de la muerte 24 horas al día no deja de ser fascinante —y, claro, preocupante.
«Suerte para el lector que el sobreviviente de esa experiencia sea un escritor que la transformó casi en una novela. De suspenso, miedo, angustia y mucha, mucha luz al final de ese túnel por el cual ninguno de nosotros quisiera pasar».
Zezé Brandão
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