Leída la obra cuentística de Jorge Edwards en conjunto y en forma cronológica, salta de inmediato la característica fundamental de toda su narrativa: la del tema y sus variaciones. Las situaciones presentes en las sobrias y contenidas narraciones de su primer libro, El patio (1952), publicado a sus 20 años, se repiten en los relatos de su muy maduro e innovador Fantasmas de carne y hueso (1992), señalando la circularidad de su narrativa y la continuidad de sus obsesiones, que jamás se agotan.
En El orden de las familias y sus metáforas. Cuentos completos se encuentran los mejores rasgos de la literatura de Jorge Edwards y ese tono único de «prosa conversada», según afortunada expresión de Carlos Franz. El testigo y observador privilegiado de la realidad que fue Edwards jamás juzga ni extrae grandes verdades. Pareciera que su empeño y constancia tuvieran la grandiosa modestia de solo querer confirmar la anotación de Heráclito de que no es posible bañarse dos veces en el mismo río.
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