Una atmósfera inquietante y aterradora gravita sobre estas historias en las que nada es lo que parece y donde el horror nos acecha detrás de cada página. La sorpresa se oculta bajo la piel de lo cotidiano en estos magistrales relatos de fantasmas que constituyen, probablemente, los mejores cuentos de terror del siglo XX.
Edith Wharton nació en Nueva York en 1862 en el seno de una familia adinerada e instruida que le proporcionó una sólida educación. Cuando tenía 23 años, se casó con Edgard Robbins Wharton, cuyo apellido adoptó. Wharton fue una enamorada de la cultura del viejo continente, al que viajó en numerosas ocasiones, hasta que en 1907 se instaló en París. Durante la Primera Guerra Mundial viajó en motocicleta por el frente y trabajó para la Cruz Roja. Fue amiga de algunos de los mayores intelectuales de la época, como Henry James, Francis Scott Fitzgerald, o Ernest Hemingway.
Su obra más conocida es La edad de la inocencia, galardonada en 1921 con el Premio Pulitzer, pero produjo desde finales del siglo XIX un gran número de novelas, libros de viajes y relatos, entre los que destacan Cuentos de fantasmas.
Su obra se caracteriza por el uso de la ironía, criticando la necedad y arrogancia de la alta sociedad neoyorkina.
Divorciada, bisexual, aventurera, transgresora, Warthon dejó escritas algunas de las más memorables páginas del siglo XX. El gobierno de Estados Unidos le concedió la medalla de Oro del Instituto de las Artes y las Letras, siendo la primera mujer en conseguirlo. Falleció el 11 de agosto de 1937 en Saint-Brice-sous-Forét, cerca de París.
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