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Durante mis primeros escapes de Nueva York, había dormido en algunos moteles de carretera que parecían salidos de películas americanas en VHS. Moteles insípidos, ubicados en la mitad de la nada, cuyos máximos suvenires consisten en dejarte la ropa impregnada a desinfectante ambiental. Memory Motel, sin embargo, no parecía un típico motel, ni tampoco lo era Montauk, el recatado balneario al cual había llegado a celebrar el cumpleańos de una amiga. Su antiguo faro, muelle de madera, vegetación salvaje, y bares con burlitzers, evocaban esa vieja América de Fitzgerald o Capote donde las chicas aún se llaman Daisy o Myriam y las almohadas huelen a recuerdos y no a eucaliptus sintético. Después de fotografiar su fachada (żo su nombre?), me quedé parada esperando que alguien abriera la puerta. Esa puerta nunca se abrió y yo tampoco intenté traspasarla. De vuelta a Brooklyn, me enteré gracias a google que los Rolling Stones habían compuesto una canción en su honor y que Andy Warhol solía jugar pool en su casi abandonado bar. żMe arrepentía de no haber entrado? Sí. Y no. A veces las cosas que dejamos de hacer nos dicen más sobre nosotros que aquellas que hacemos. Era cierto; por un lado quería volver al Memory Motel y ver cómo era el papel mural de sus pasillos o qué cara tenía su recepcionista. Pero por otro, me daba miedo matar la ilusión que su nombre me despertaba. La realidad -especialmente cuando escribes- no siempre es inspiradora ni mucho menos iluminadora; la mayoría de las veces se comporta como una seńora malhumorada que te recuerda que te debes sacudir los pies antes de entrar a una casa. Si algún día entraba al Memory Motel, sería a través de una historia. El desquite de Ágata B. Así como los moteles quiebran sin clientela, las historias mueren sin personajes. Por varios meses mi novela fue un archivo word en blanco con un lindo título. Hasta que apareció Ágata B. En estricto rigor Agata B. no salió de la nada, sino de un blog. El blog (escrito por mí) era el diario de vida de una chilena en sus treinta y algo que se desquitaba online de una decepción existencial-amorosa. Todo lo que Ágata B. subía era muy inmediato, confesional y escupido, y para mi sorpresa, rápidamente encontró un nicho de seguidoras que se sentían identificadas con cierta fragilidad de la adultez contemporánea. Mucho antes de la era de los blogs, en los 90, ya había tenido una experiencia similar escribiendo desde la piel de otra persona (Anita Santelices). El género del álterego me resultaba tan cómodo como catártico. Mientras escribía "El desquite de Ágata B." pensé en transformar el blog en una nouvelle o derechamente publicarlo como lo que era, un diario de vida digital, pero desistí. Más rellenaba el blog y más me daba cuenta de que quería empezar de cero y escribir una novela. Internet ampliaba los géneros literarios hacia fronteras impensables en el siglo XX y yo sońaba con una novela clásica en pleno siglo XXI; una novela bien armada, con desarrollo de personajes, trama y un panqueque de capas narrativas que no se limitaran al simple "yo anecdótico". Sabía además que sería una novela adulta, o al menos postadolescente. Tras cerrar el blog, entré al archivo de Memory Motel, tipiando una primera frase: "Vivía en una gran ciudad, pero mi vida me parecía cada vez más pequeńa". Lentamente, Agata B. dejó de ser una voz para convertirse en un personaje. Siempre es como la primera vez Escribir una novela es un poco terrorífico. Digo empezar a escribir, no escribirla. Con un cuento al menos sabes que en 5, 10, 20 páginas vas a llegar a algún lugar. La novela es un viaje con fecha de regreso abierta, del cual no tienes idea cuándo ni cómo volverás. A fines de 2006, meses después de publicar "Verano Robado", me embarqué por segunda vez en algo que si bien me traería momentos de goce, luz y cosquilla en la cabeza, también me iba acarrear soledad, enajenamiento y confusión. żSe puede ser feliz y a la vez sufrir escribiendo? Sí. żEs más fácil crear un segundo libro que un primero? No lo sé. "Verano Robado" no me había enseńado a escribir una novela, pero sí a saber qué hacer para escribirla en un mejor estado. No hay nada excepcional en la rutina del escritor. Cada cual escribe como le acomoda más. Yo lo hago temprano en las mańanas, vestida o en pijama (a veces me miro al espejo de más, creyendo que voy a ir a una oficina). Antes fumaba mucho, ahora sólo tomo agua y picoteo almendras, galletas, cualquier cosa que cruja con mis dudas. Un contador también podría seguir el mismo rito. Personalmente nunca me he creído eso del escritor monje. Los monjes verdaderos ni siquiera escriben. Pero desconectarse de los demás es esencial para estar en otra parte, en el libro. A lo largo de mi viaje por Memory Motel (2006-2011) no tuve celular, pero no viví encerrada. Como la historia transcurría a pocas cuadras de mi casa, en Williamsburg, siempre encontraba una excusa para salir. En lugar de dejar de pensar en el libro, éste se encarnaba en mí, como si estuviera ocurriendo debajo de la suela de mis zapatos. Esta dinámica retroactiva me llevó a rellenar tres cuadernos con apuntes. No seguí un gran diseńo (nunca sé qué va a pasar en una historia hasta que pasa), pero las notas me ayudaron a no perderme. Mis autores de velador de ese entonces fueron dos expertos en "la enfermedad del amor": Marcel Proust, particularmente el libro de Albertina o La fugitiva, y León Tolstoi con "Anna Karenina". Una novela chilena y neoyorquina Alguien que leyó mi manuscrito me comentó una vez que "Memory Motel" era una novela americana. Nunca pretendí hablar sobre USA ni homenajear a los escritores gringos que me gustan, a lo más intenté captar la ciudad en la cual viví 8 ańos. Hay ciudades sobre las cuales da miedo escribir. Pienso por ejemplo en París, demasiado hermética y linda como para aguantar otro recorrido literario por sus puentes. Nueva York tiene algo a su favor que es un poco lo mismo que sucede con Santiago o Shangai: esa sensación de que no todo se ha dicho. Hay muchos escritores neoyorquinos (casi todos por lo demás viviendo en Brooklyn) con increíbles novelas ambientadas en Nueva York (pienso en la última que leí, "Netherland", de Joseph O' Neil), pero ninguno de ellos se siente dueńo de ninguna verdad sobre ésta. Su eterna condición de tierra de nadie y escenario desalmado permite que cualquier versión -real o ficticia- sea posible y legítima. Incluso la mía, la de una chilena (y latina) que, a diferencia de la mayoría de los inmigrantes que llegan a la ciudad, no persigue ningún sueńo americano en particular. Está ahí como podría encontrarse en cualquier lugar. Si Ágata B. no se quedó en Providencia fue porque hoy en día Nueva York es como el patio común de Latinoamérica, y como escritora me sentí libre de recorrerlo, sin sentir que debía pedirle permiso a nadie. Siempre he preferido hablar sobre lugares raros, más que de los bonitos, y salvo algunas excepciones, Memory Motel transcurre por entero en Brooklyn. El paisaje natural de Ágata son las fábricas abandonadas y las vistas desoladas al East River que observa desde su edificio en Williamsburg, interceptado por viajes al northside más hipster y el boricua southside más pobre. Hablé de un barrio que conocía y al que sentía más cercano que ningún rincón de Manhattan. Pero no todo fue idílico entre yo/o Ágata B. y la ciudad. Cada vez que la sentía morir un poco adentro de mí, volví a leer las honestas y sensibles crónicas de Rosamel del Valle sobre Nueva York, que escribió en los ańos 50. "Amé un día pasearme bajo la nieve. Amé la primavera por primera vez y la canté entre el estruendo de hierros enloquecidos. Amé Central Park con los magnolios monstruosos. Amé el horror del museo de cera de Coney Island, el espanto ofrecido nada más que por treinta céntimos. Tal vez puse en todo eso el balbuceo de mi corazón solitario. Pero amé de veras". Con el auspicio de Pampers Tardé 5 ańos en regresar del "Memory Motel" y en esos 5 ańos fui madre dos veces. Los primeros borradores los escribí embarazada de mi primer hijo. Los últimos, del segundo. Desde ese punto de vista, mi segunda novela ha sido una larga contracción o un eterno posnatal, ya no sé. Escribir embarazada es casi un placer hormonal. Escribir y criar no es fácil, especialmente en NYC donde tu máxima ayuda doméstica es poder tener delivery de comida a la casa. Pero en la edad fértil (en todo sentido) hay muchas escritoras-mamás, y curiosamente son las que más siento literariamente cerca: Juhmpa Lahiri, Monica Ali, Nicole Krauss, por nombrar algunas. A veces ańoro mis sopas para uno y mis 7 horas ininterrumpidas de escritura. Pero me consuelo fácilmente, pensando que lo que los nińos te quitan también te lo devuelven, y no existe la situación ideal para hacer un libro. żUn sillón de cuero con un vaso de whisky? żUna casa en el campo? A menos de que realmente quieras (y puedas) aislarte, siempre estarás ocupada en otra cosa mientras escribes: desde cobrar una boleta de Isapre, revisar tu e-mail, ir al supermercado o ceder a múltiples tentaciones, llámese exceso de cine o de salidas nocturnas. Un libro es también su escritor y sus circunstancias, y "Memory Motel" se gestó casi exclusivamente bajo el alero de Pampers. Su padre fue tan madre como yo, lo cual me ayudó muchísimo a avanzar. Si mis hijos me enseńaron algo fue a concentrarme el doble apenas me dejaban un momento libre. También aprendí de ellos y sus inagotables tiempos muertos, a tener paciencia, a esperar que la novela cayera en las manos de un editor que descubriera su corazón, el gran Alejandro Kandora. Ahora que mi novela es más que el nombre de un motel, sospecho que no sería la misma si la hubiera escrito a solas y en silencio. A veces cuando vuelvo a abrir su archivo, sólo para comprobar que las 250 páginas están ahí (y ya no debo quitar ni agregar nada), puedo sentir cómo mi hijo mayor se acerca por la espalda y me grita en el imperfecto idioma de sus 3 ańos y medio: "Mamá, trabajar no!". Y créanlo o no, le obedezco. Nota: "Memory Motel", se lanzará esta semana por Tajamar editores. Estuvo entre las 14 finalistas del Premio Herralde de Novela 2010. ya - 'Bdef‚GHúűŁ¤ ž ä ĺ ý ţ 89ĽŚCýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýý-ţCDŻ°ťźžżŔŻ°WXĺćJK ę!ë!2$3$N$O$Ą$ýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýýĄ$˘$Ů&Ú&))ĺ*ć*h+i+u,v,“,”,-ýýýýýýýýýýýýýý,1h°‚. °ĆA!°Ľ"°Ľ#‰$‰%°°Ä°Ä Ä i8@ń˙8 NormalCJ_HaJmH sH tH FA@ň˙ĄF Fuente de párrafo predeter.)b˙˙˙˙ 'Bdef‚GHúűŁ¤žäĺýţ8 żŔŻ°WXĺćJKęë2 3 N O Ą ˘ Ů"Ú"%%ĺ&ć&h'i'u(v(“(”()˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€š€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€˜0€€-,CĄ$--/0-.EKLNŁÚŢßĺnr"flŻśNXx‚Ť°äî°¸ÎÔÝäĺë &śźz~ĚŃőůţ a g  † ć ë ě ö   }  ‰ ‘ ÷ ű   ” Ł ľ š Ď Ő PUŢä\h<B`i€‡‘’š÷ý^b&.\`€ŠšžŽ’…Ľ­ .:W`elzƒßč ‹’Š­TX› Ą§F M m s T!\!ú!"š" "Ą"§"Š"Ż"ľ"ť"ź"Â" ##Ü#â#„$Š$<%B%x%%Ü&ă&›(Ą() ))')˙˙marta~C:\users\crossover\My Documents\Cosas Marta\tajamar prensa\PRENSA\María José Viera-Gallo\28 JUNIO 2011 REVISTA YA MERCURIO.doc˙@€p‡E)@@˙˙Unknown˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙G‡: ˙Times New Roman5€Symbol3& ‡: ˙Arial"qˆđÄŠ9ăöF:ăöFňć!Hé𼉴´0Ą)2ƒđ˙˙ REVISTA YAmartamartaţ˙ ŕ…ŸňůOhŤ‘+'łŮ0p˜Ź¸ČÔŕô  , 8 DPX`hä REVISTA YAEVImartaA artart Normal.dotmarta.d1rtMicrosoft Word 9.0@FĂ#@V}e´5Ě@œ@‰´5Ěňć!ţ˙ ŐÍ՜.“—+,ůŽ0ř hp€ˆ˜  ¨°¸ Ŕ ×ätajamarHĄ)ü  REVISTA YA Título  !"#$%&'()*+,-./01ţ˙˙˙3456789ţ˙˙˙;<=>?@Aţ˙˙˙CDEFGHIţ˙˙˙ý˙˙˙Lţ˙˙˙ţ˙˙˙ţ˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙Root Entry˙˙˙˙˙˙˙˙ ŔF@żÍ˘´5ĚN€1Table˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙2WordDocument˙˙˙˙˙˙˙˙.bSummaryInformation(˙˙˙˙:DocumentSummaryInformation8˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙BCompObj˙˙˙˙kObjectPool˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙@żÍ˘´5Ě@żÍ˘´5Ě˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙ţ˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙˙ţ˙ ˙˙˙˙ ŔFDocumento Microsoft Word MSWordDocWord.Document.8ô9˛q